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lunes, 30 de julio de 2012

VIVENCIAS-4


29-07-12
Silvano rescata aquel lienzo y, desde entonces, han vivido juntos y hasta ha soportado algunas mudanzas. Al cura le dijo que él tenía aquel cuadro que alguien apenas pudo salvar del fuego y ahora de la basura. Por si podía interesar.
Se adivina un lienzo de calidad
En Zaragoza lo presentó a un experto, a F. Torralba Soriano. Que interpretara lo que apenas se veía en el cuadro. Que era un S. Jerónimo del S. XVII. ¿De quién? ¿Tenía firma? Ni se sabe. Al cuadro le falta la parte inferior. La típica calavera de la iconografía del Santo aparece cortada.
Pero cómo te ha perseguido desde entonces una prodigiosa mirada tristona, afligida, paciente… de ese Padre de la Iglesia de tan densa biografía y que nos regaló la Vulgata. S: Jerónimo penitente, S. Jerónimo en el desierto, S. Jerónimo todo un temperamento, S. Jerónimo en una cueva en Belén.
Esa mirada que se dirige a un Cristo apenas perceptible. Al fondo se adivina paisaje con árboles y el cielo.
Silvano lo acaba de encuadrar en una estructura que encontró en Ikea. Así, se ve más protegido lo que queda.
La mirada penitente
Silvano creía que esta historia era sólo suya. Pero hace unos meses me enteré de que, sobre el asunto, Mario Bastor, pintor, en este caso de brocha fina, tiene una historia paralela.
Cuando supo que uno tenía aquel cuadro que él conocía quiso verlo. Quiso reinventarlo. Y hasta imaginar lo que podía existir bajo el corte inferior. Pero esta es otra historia que veremos en otra ocasión.
Esto escribía Silvano en la entrega  del siete de este mismo mes y año. Llegó el momento en que el pintor Mario Bastor ha terminado su creativa reinvención del cuadro de S. Jerónimo de marras que alguien quiso enviar a la basura. Ni le culpamos, porque al lienzo, incompleto y más carbón que pintura y sin pizca de color,  ningún valor se le supone.
Y ahí está la obra de nuestro amigo. Y él y Marga, su mujer, y Charo, que ha aprendido a pintar con el mismo Mario y que de alguna pincelada es responsable, quisieron que los restos de lo que fue volvieran a Mezquita junto con la reinvención  espléndida. Y cuánto agradó a Silvano tal resolución.
Y esa fue la razón de que nos pusiéramos de viaje –23 de julio-- con los dos cuadros para depositarlos en el altar que la abuela María atendía. El de Santo Domingo, del Rosario y de Santa Bárbara.
En todo esto, también puso su granito de arena alguien que nunca los verá. El ciego Máximo Pastor, de la familia infanzona del pueblo donde aún queda la casa solar, poema y monumento de piedra a la mampostería, método constructivo del lugar. Porque Máximo compró pinturas para el trabajo de Mario. Una idea colectiva.
Y ahí quedan los dos cuadros. Sin más pretensiones. Para Silvano, un alivio porque tal era el deterioro del original que, ahora sí, hubiera ido al cubo del reciclaje. Con dolor.
Seguro que se inventarán historias. El nudo suceso, será vestido de adherencias que desfigurarán la realidad. La inventiva del pueblo es fecunda. Ahí están los cuentos y romances tradicionales.
Silvano, gozoso. Ha aprovechado el viaje para subir a El Castillo y visitar Las Carrascas de la Modorra. ¿Qué más se puede pedir?


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