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viernes, 23 de septiembre de 2011

EVOCACIONES MEQUITANAS-19

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Las bestias juñidas para la labranza. Las parejas de burros y burras, mayormente, camino del tajo. Cuando el tempero lo pedía, labradores y jumentos se preparan para la labranza y sementera. La cama del aladro dispuesta. Planchuela, barrón bien aguzado, orejeras... El timón que se agarra en el jubo, la esteba en la que el labrador aplica sus manos y fuerza  para dirigir y ahondar el surco. La estampa del hombre y las bestias abriendo surcos, peinando la tierra, envolviendo la semilla. Echar la semilla en buena tierra.

En Mezquita, ya no van los cántaros a la fuente, ya no se hornea pan en el horno, ya no surcan la tierra los burros y las burras. Las yuntas trabajando la tierra que apenas se “realda”, se aplana  por las faldas de la sierra. Pequeñas parcelas robadas al monte. Es curioso.

Relieve del s. XV
Muchas parejas para la labor, no para el placer procreativo, eran ya machos ya hembras. O mulos. Sin ir más lejos, el bueno del tio Cipriano no admitía más que burros para sus campos y reniegos. Porque el tio Cipriano renegaba a sus bestias.

Las parejas juñidas, hacia la labor, era un espectáculo que se hurta a los tiempos que corren. Ya no se ven yuntas en la labranza. Ya, afortunadamente, el trabajo lo hacen las máquinas que no sufren.

El aladro, al revés, sujeto al jubo por la reja o barrón. La esteba al aire fresco. El timón arrastrado por calles y caminos, comido por el roce que, con el tiempo, parecía una cuchilla. El labrador con su yunta ahincando la reja en la tierra. Ya no se ve.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

EVOCACIONES MEZQUITANAS-18

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La masada de la artesa, puesta en el cesto, ad hoc, de mimbre y caña, con dos asas, llega al horno. Uno de los edificios más nobles del lugar. Entre el horno y la esquina suroeste de la iglesia apenas unos metros. Los carros agrícolas, a veces, raspan las paredes sagradas de estos templos del cuerpo y del espíritu. Me inclino a pensar que la iglesia, agrandada hace justamente dos siglos, se excedió en su acercamiento al horno de pan llevar. Con ello se manifiesta que la fábrica del horno es más vieja que la de la iglesia actual.

Caja del horno y mandil
Las mujeres trocean la masa en cuarenta porciones rechonchas de masa que adornan con una cinta. La guinda. Pan de cinta. Se calienta el horno con aliaga y estepa.

Su turno. Ya le corresponde a fulana, que ha madrugado más, hornear la cuarentena de panes. Ya Máximo, el hornero por subasta, pone su pala en acción par introducir el material en aquella cueva misteriosa de fuego. El olor a pan tierno y blanco. La vista se recrea. Y el sabor. El final de un ciclo heroico. El pan que sale del horno. Cuánta fatiga. Pero qué alegría. El pan, en la artesa, de donde salió la masa, se enfriará, se endurecerá, Tal vez se florecerá. El pan nuestro. Años, muchos, que el horno, como la fuente, llora su ruina.
Edificio tipo nave que sustituye al horno

Pues ya se acabó. El horno, digo. Ya ni su ruina. En vez de restaurar su peculiar techumbre y respetar y restaurar  el espacio donde las mujeres troceaban la masa y esperaban turno para el pan cocer, en vez de todo eso y, se me ocurre, preparar el museo del pan, desde la siembra del grano de trigo hasta que el pan sale del horno, en vez de eso, se acabó con aquella estructura y fue sustituida por un café-bar muy digno, eso sí.

Por el contrario, cuánto me agradó que la bella fuente de sillería 

martes, 20 de septiembre de 2011

EVOCACIONES MEZQUITANAS-17

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Armando fajos de mies
Estaban los fajos de mies segada. De trigo, de cebada, de avena, de morcacho. Los cuatro cereales que se siembran en los fríos campos de Mezquita. Los fajos de mies se amontonan en fajinas.
Estaban, por otra parte, los fajos de leña de carrasca y de estepa que se ordenan encima de las tapias del corral y forman los bardales. Reserva de energía para los inviernos. Para los pucheros, para el horno.
Por los aires

En el Quijote, se llaman bardas. Por ellas, asoma Sancho manteado para asombro de su amo que asiste al espectáculo, jinete en su Rocinante. El malvado Caballero de la  Triste Figura se fue sin pagar al dueño del castillo, que era venta. Y es que, como a veces sucede, pagan justos por pecadores.  Y escuderos en lugar de caballeros.
Atados con fencejos
Asombrado está D. Quijote viendo el ascenso y descenso de Sancho desde  el exterior de las bardas o bardal. Porque  el loco, ante el cariz que toma la ventura, puso pies en polvorosa. Porque bien se ven los toros desde la barrera.

Bardal en Mezquita
Pues eso. Los fajos de leña de los bardades, como los fajos de mies cereal , se atan con fencejos, cuerda peculiar hecha de la caña y la espiga desgranada de morcacho, cereal  que se siembra en terrenos altos y fríos. Algún degradado bardal asoma por alguna tapia de algún corral que fue. Fajos de leña que mueren de viejos. Ramera de la carrasca.

Ah, y la tarea de confeccionar los las cuerdas o fencejos  para atar los fajos de la siega, era tarea digna de recoger entre los típicos trabajos de nuestro lugar. Trabajo familiar y comunitario. Como el esbrineo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

EVOCACIONES MEZQUITANAS-16

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Hace  frío en Mezquita. Nieva en el lugar. De las canales del tejado de teja árabe llueven carámbanos que casi llegan al suelo. En la aldea los llaman caramelos. El agua acristalada, el hielo. Era digno de verse.
El humilde brasero de la humilde mujer

El frío se apodera del espacio y el tiempo. Meses de frío siberiano. El frío se hospeda con el máximo descaro en aquellas casas. No hay forma de cerrarle las puertas y ventanas, ni los resquicios tantas veces aparentes.

Se enciende el brasero alimentado con carrasca. No hay peligro de mala combustión. La casa está perfectamente aireada. Ay, si el aislamiento se hubiera regido por las normas de la modernidad… Cuántas víctimas inocentes. Pero el oxígeno entraba como perro por su casa y el CO2 se marchaba al aire fresco. Menos mal.
Calorífero

Se enciende el hogar, primero con ramera (de rama, que de la otra nada de nada) y después con enormes trancas. Para hacer brasa. En este caso, el humo que ahoga se escapa por la chimenea hacia las eras y San Jorge.  Siempre leña de carrasca y, en ocasiones, de estepa-jara. Cerca del fuego y de los pucheros, el personal se acomoda en duros bancos enfrentados, mediado el fuego. El abuelo tiene preferencia y se arrincona. Más alejado del frío.  

Cuando llega la noche, además del brasero, no falta el calorífero, aquella botella de cerámica que se llena de agua hirviendo para calentar los pies en la cama. En ocasiones, era un ladrillo. Y mantas de la factoría de los Lázaro de la es socio el abuelo. Nada sobra. Todo es poco.
Y mantas

Es difícil ahuyentar el frío. Allí están las ovejas en el cubierto. Entre todo el rebaño, desprenden un calor animal arrebujado, que tampoco está mal para seres humanos. Total, qué más da animal racional o irracional.