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viernes, 30 de marzo de 2012

EVOCACIONES MEZQUITANAS-41


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Desde el Valle de losLaureles
Frente a este mar del Valle de los laureles, me dispongo a evocar, a traer a mi memoria la figura menuda y enlutada, nerviosa y ocupada y preocupada de la abuela María. María Lázaro. La otra rama de los Lázaro. En pueblo tan pequeño, la endogamia era bastante frecuente. Casi necesaria. En esta vista retrospectiva, no sé dónde confluirían estas dos ramas de Lázaros. Lo cierto es que ya en el censo de 1495, en el que reinan en España los Reyes Católicos, ya está presente ese apellido.
Mi "Lugar" en cuesta
Lázaro parece ser de origen bíblico. Lázaros podían ser judíos conversos asentados en Mezquita. Miguel Lázaro fue un personaje que, según documentos, fue quien mantiene los “pairones”, esas capillitas subidas en una columna y que santifican las los caminos que parten de las entradas del pueblo. Y, quizá, los construye.
La abuela María era de la rama de “los cabrera”. El Lázaro del abuelo Paulino era de los pelaires y sacristanes.
La abuela María, la mujer del abuelo Perico Soriano. Otro apellido muy frecuente pero no tan antiguo en Mezquita de Loscos.
A la abuela María, tan menuda, la veo en la iglesia atendiendo el altar, ya no sé de qué santo o santa, que se encuentra en la nave izquierda. El más cercano al presbiterio. Allí, con su almohada para arrodillarse en el frío suelo y con su sillita de anea para sentarse según la liturgia tridentina de la misa.
Callejón del Barrio del Castillo
La abuela María y su cojera y su gayata. Así la veo. Con su delantal y sus refajos hasta los tobillos y su pañuelo negro.
De esa guisa y con su simpática cojera, inicia su carrera por superar las cuestas desde el Barrio Bajo, junto al río hasta el Barrio del Castillo junto a las eras.  Una peregrinación benéfica en favor  de sus otros dos hijos casados que empezaban a tener abundante descendencia. Eran los años cuarenta de la posguerra y carestía. La gayata en una mano. La otra escondida bajo el delantal ocultando no sé qué rancho o qué patatas o qué verduras o qué legumbres para contentar bocas. O una media docena de huevos.
Mi “lugar” es tremendamente “encosterado”. Por ello, generalmente, aparcaba sus productos en la Calle del Medio. Pocas veces, sus fuerzas le llevaban al Barrio del Castillo. Eso que nos perdíamos los que gateábamos por aquellas alturas. No es que nos privara de su cariño. Ni mucho menos. En su casa, recibía hospedaje perpetuo nuestro hermano mayor.
Por la misma razón, no recuerdo que llegara a la era familiar donde sus tres hijos trillaban sus cosechas respectivas. Aquella era, ya próxima a la cumbre de la ermita en ruinas de S. Jorge. Ella, físicamente, no llegaba a los altos pero gobernaba, de alguna manera, aquellas tres casas.Felices aquellas tres familias que juntos hacían la siega y el acarreo y la trilla y, cuando soplaba el viento, separaban el grano de la paja. Y la abuela María, siempre pendiente de todo.
Entrañable la abuela María.