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miércoles, 6 de abril de 2011

ROMANCE DE LA DELGADINA

LA DELGADINA
Este romance, que, en mis viajes por España, ya recojo de mala gana por lo mucho que abunda, me `produjo en América la satisfacción de un hallazgo.

Así se expresaba Menéndez Pldal, cuando, en 1905, encontró una versión en Chile. Lo mismo digo. Fue gozoso, para mí, descubrir esta versión peculiar de LA DELGADINA, en Mezquita de Loscos. 


ROMANCE DE LA DELGADINA 

Un padre tenía tres hijas
y las tres como una plata.
La más pequeña de ellas
Delgadina se llamaba.
Un día estaba comiendo,
su padre se la admiraba:
-Padre mío, padre mío,
¿qué me mira usted a la cara?
-¡Qué te tengo de mirar,
que has de ser mi enamorada!
-Eso no lo manda Dios,
ni la Reina Soberana.
Se quita la Delgadina 
a la más alta ventana.
Pasan ríos, pasan fuentes,
pasaron siete semanas.
Se asoma la Delgadina
a la más alta ventana.
Desde allí ve a sus hermanas
que por el jardín paseaban:
-Mañas mías, mañas mías,
subidme una jarra de agua
que la boca se me seca
 
y el corazón se me arranca.
-Yo bien te la subiría
pero el padre no dejara,
porque una gota que falte
la cabeza me cortara.
Se queda la Delgadina
muy triste y desconsolada,
con el rosario en la mano
que a la Virgen le rezaba.
Pasan ríos, pasan fuentes,
pasaron siete semanas.
Desde allí ve a sus hermanos
que a la pelota jugaban:

-Maños míos, maños míos,
maños míos de mi alma,
por Aquél que está en la Cruz
súbeme una jarra de agua
que la boca se me seca
y el corazón se me arranca.
-Yo bien te la subiría,
pero el padre no me deja,
porque una gota que falte
nos cortará la cabeza.
Se quita la Delgadina
muy triste y desconsolada
con el rosario en la mano
que a la Virgen le rezaba.
Pasan ríos, pasan fuentes
pasaron siete semanas.
Se sube la Delgadina 
a la más alta ventana
y desde allí ve a su padre
que por el jardín paseaba:
-Subid a la Delgadina
cántaros y jarras de agua
que el corazón se le seca
y el corazón se le arranca.
A la primera escalera,
Delgadina cayó mala,
A la segunda escalera,
la Virgen la amortajaba.
A la tercera escalera,
los Ángeles la alumbraban.
A la cuarta escalera,
Nuestro Señor la adoraba.
A la quinta escalera,
 
al cielo se la llevaba.
Eulogio Soriano Lázaro

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