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lunes, 30 de julio de 2012

VIVENCIAS-2


27-07-12
Los montes en la Biblia son como hitos espirituales y éticos que haremos muy mal si  los olvidamos. Haremos muy bien si nos subimos a ellos a recoger la herencia que nos legaron.
Desde el Castillo de Luesches, el Cerro
Bien está subirse al monte Tabor que los evangelios nos lo presentan como aperitivo de un futuro paraíso. “Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. El monte de la Transfiguración. Con el Jordán al fondo. Como el Monte do Gozo de los peregrinos con la vista cercana de Compostela.
Pero se engañaban Pedro, Santiago y Juan que querían quedarse en el Tabor antes de pasar por el Calvario. No saben lo que les espera. Sobre todo al Maestro. El Tabor es una promesa. Primero hay que subir el Viacrucis.
Y hay que subir el Sinaí y aceptar la que debiera ser la gratificante carga de las Tablas. ¿Qué es la Humanidad sin Tablas? El planteamiento moral es el camino para crecer y para acercarse a la libertad.
Y has subido a tu Castillo de Luesches que semeja el Castillo de Santa Teresa y el Monte Carmelo de Elías y de S. Juan de la Cruz.
Desde el Castillo de Luesches, la Modorra
Eso, te encuentras en el Castillo de Luesches con José que iba delante con una astralita para desembarazar el camino preñado de malezas. En la “copa” que es final de cualquier monte. Y la vista se recrea en esta mañanada. Por los cuatro puntos cardinales. Hacia los montes que negrean de carrascas, la Modorra y la Dehesa y otros montes cuyos nombres olvidé. Hacia la Sierra de Herrera que azulea en la distancia, hacia Peñatajada y el Cerro, bellísimos, ya casi descargados de vegetación. Hacia Levante, los ocres campos de rastrojos de la última cosecha y los  royos barbechos de la próxima. Todo parece un puzle de matices.
-Qué bien se está aquí, José. A la vista de nuestro pueblo bajo las Eras y San Jorge. Y por el Sur, la raya de chopos, sargueras y saucos  que marcan el cauce aquel “regail”, como lo llaman en el s. XII. Pilero lo llamamos ahora.
Desde el Castillo de Luesches, Peñatajada
Y José, de su morral, saca unas nueces que le ha regalado Olegario. Y comemos unas nueces. Y escuchamos el silencio. Antes, esperabas escuchar a la perdiz o a la codorniz. Ya casi ni se oyen esas gallináceas. Que no rompían el silencio porque su voz era música.
Compruebo que ahora lo que la gente espera escuchar es la berrea de ciertos animales  de caza mayor que saltaron la muralla del coto y andan sueltos por estos términos.
-Escucha, escucha…
-Ah. Pues sí.
-Algún corzo o ciervo anda por ahí.
Con el tiempo, hasta las músicas del silencio son otras. Lo siento. Prefiero el canto de la perdiz o de la codorniz. 

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