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lunes, 19 de septiembre de 2011

EVOCACIONES MEZQUITANAS-16

16
Hace  frío en Mezquita. Nieva en el lugar. De las canales del tejado de teja árabe llueven carámbanos que casi llegan al suelo. En la aldea los llaman caramelos. El agua acristalada, el hielo. Era digno de verse.
El humilde brasero de la humilde mujer

El frío se apodera del espacio y el tiempo. Meses de frío siberiano. El frío se hospeda con el máximo descaro en aquellas casas. No hay forma de cerrarle las puertas y ventanas, ni los resquicios tantas veces aparentes.

Se enciende el brasero alimentado con carrasca. No hay peligro de mala combustión. La casa está perfectamente aireada. Ay, si el aislamiento se hubiera regido por las normas de la modernidad… Cuántas víctimas inocentes. Pero el oxígeno entraba como perro por su casa y el CO2 se marchaba al aire fresco. Menos mal.
Calorífero

Se enciende el hogar, primero con ramera (de rama, que de la otra nada de nada) y después con enormes trancas. Para hacer brasa. En este caso, el humo que ahoga se escapa por la chimenea hacia las eras y San Jorge.  Siempre leña de carrasca y, en ocasiones, de estepa-jara. Cerca del fuego y de los pucheros, el personal se acomoda en duros bancos enfrentados, mediado el fuego. El abuelo tiene preferencia y se arrincona. Más alejado del frío.  

Cuando llega la noche, además del brasero, no falta el calorífero, aquella botella de cerámica que se llena de agua hirviendo para calentar los pies en la cama. En ocasiones, era un ladrillo. Y mantas de la factoría de los Lázaro de la es socio el abuelo. Nada sobra. Todo es poco.
Y mantas

Es difícil ahuyentar el frío. Allí están las ovejas en el cubierto. Entre todo el rebaño, desprenden un calor animal arrebujado, que tampoco está mal para seres humanos. Total, qué más da animal racional o irracional.

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