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martes, 30 de agosto de 2011

EVOCACIONES MEZQUITANAS-4

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Fuente de Mezquita sin cántaros. Solitaria.


Los cántaros. El agua del Canal Imperial del Ebro no es saludable. Apenas salubre. El urbanita viejo, que sabe de aguas insípidas como corresponde a las aguas verdaderas, coge el carro de la compra en busca de cuatro bidones de plástico de cinco litros de agua mineral. Arrastrar, en carro de dos ejes y cuatro ruedas, veinte kilos de agua que empiezan a pesar tanto como los años.
Cántaro de Huesa del Común
Y recuerda. También iba por agua a la fuente, que no al super. Que los cántaros no eran de plástico. El plástico no había entrado en nuestras vidas. Eran cántaros (grandes) y botijos (pequeños, a veces con rallo) y botijas, más claras y con pitorro. Barro cocido en los hornos de Huesa.
Por agua a la fuente, que no al supermercado. Hombres, mujeres, niños y niñas. Una de las tareas más pesadas de de las buenas gentes de mi lugar. Sobre todo para los que vivían en el barrio del Castillo. Que tenían que subir, subir, subir. Repetir, repetir, repetir. Sin ruedas. Suplicio de Tántalo, suplicio de Sísifo.
Botijo de Huesa del Común
La fuente que congrega en su entorno la vida del pueblo. De hombres, mujeres y niños. Y animales de carga.
Pasó el tiempo, pasaron los años.
 Ya sola está la fuente sin cántaro que beba de su generosidad  eterna. Sola. Los cántaros, ni existen. Sola la fuente, sola. Los cántaros


Botija con pitorro

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