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miércoles, 1 de agosto de 2012

CIPRIANO PALACIÁN JUSTE-4


Cipriano Palacián Juste







·         No puedo por menos de dejar constancia, precisamente en este lugar de mi Nogueta de Mezquita, de un personaje singular.
·         Cipriano Palacián Juste que, en ocasiones, descargaba su indignación, en sus pacientes acémilas con las que labraba sus campos.
·         Por lo demás, Cipriano Palacián representaba la esencia del pueblo.
·          Cumplía a la perfección su cargo de alguacil. Humilde y eficaz en su función con cualquier alcalde. Mezquita fe municipio hasta en 1970 en que se convirtió en pedáneo de Loscos.
En este callejón vivía Cipriano Palacián
·         Era, claro, el pregonero de las normas municipales y pregonero de los comerciantes que llegaban con sus productos, tras superar los malísimos caminos, a aquella aldea al pie de la Sierra. Y con qué alegría recorría el pueblo parándose en lugares fijos para hacer las proclamas oficiales y comerciales. Con qué estilo. Con qué voz. Con toque de gaita inicial, o toques, dependiendo del tema. Y toque final. Nadie podía mejorar a aquel pregonero.
·         Consigo llevaba la fiesta. Su casa, que se abría para todo el mundo, en el callejón del barrio de EL Castillo, era taberna de vino tinto y licores, era café, más bien puchero de hordio, salón de juegos –léase “subastau” y guiñote--, era salón de baile, en la que el propio Cipriano animaba el asunto porque además de tocar la gaita manejaba la guitarra y la bandurria, era barbería. ¿Hay quien dé más? Su buena mujer, que se llamaba Paulavendía cacahuetes tostaditos, que sabían a gloria, a los zagales de aquella posguerra. Ah, era el que animaba a los corredores en la fiesta y exhibía firme la horca con los  pollos con que se premiara a los campeones. Premios, que previamente él había proclamado.
·         ¿Tal vez me olvido de algo? Pues sí, algo importante. Cipriano Palacián era, también el matarife único del pueblo.  Con la importancia que eso tenía en la economía de aquel pueblo.
·         Su memoria era prodigiosa. Su conversación, enriquecedora. Su vista, fatal. Terminó ciego.
·         En definitiva, Cipriano Palacián era la persona más querida del pueblo. Y precisa. Un elemento que cohesionaba al vecindario.  

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