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jueves, 3 de noviembre de 2011

EVOCACIONES MEZQUITANAS-32


32
Se vive con animales que cacarean y pían, que cantan como el gallo y la perdiz. Que gruñen, que ladran. Que mayan, que rebuznan, que balan. Y animales silenciosos, como el conejo, que va por la vida escondiéndose y pidiendo permiso para no molestar.

Ovejas que balan que son las que más espacio ocupan en la humilde granja cuando no están paciendo por rastrojos, ricios e iriazos.

Bucolismo
A estos seres mansos, los conduce y guarda el zagal ayudado del perro pastor que allí está para que no haya res que intente salirse del rebaño. En todo rebaño suele haber alguna cabra y menos cabrones. Más rebeldes que las mansas ovejas y que dan más faena. Porque, ya se sabe. La cabra siempre tira al monte, y más el choto, su par macho. Al monte de carrasca cuya hoja punzante es manjar caprino por excelencia. Y parece más alegre la cabra subida a la carrasca que la oveja rastreando pastos.

Y el zagal, que, con una caña, se ha hecho una flauta, mata los tiempos eternos del pastoreo soplando alguna canción, concordada con la música de los esquilos de su rebaño.  Entre los que destaca, el son más ronco del esquilo de mardano. Cada rebaño interpreta su música por los campos. Tantos conciertos como apriscos. El campo es música pastoril.
El pastor y su rebaño

Claro que es un pastoreo rural. Y ovejas, ciertamente rudas. Y pastores que poco tienen que ver con aquellos fingidos pastores de Sannazaro o Garcilaso que pasaban el pastoreo sonando flautas y derramando lágrimas de amores imposibles y resignados. Qué tiempos aquellos. Y las mansas ovejas se olvidaban de pastar escuchando músicas sentimentales. Y se ponían un poco tristes. Y los pastores ni se enteran cuando viene el lobo. En el fondo, las ovejas y pastores se tienen afecto.

Y aunque a Silvano, que parece nombre pastoril, le gusta el rumor, el ritmo y el endecasílabo de égloga y corte, se queda con los pastores de “su lugar”. Se queda con Pedro, el último pastor, con barba de muchos días, que lleva el único rebaño a pastar por la Pardina del Endrinal o por los duros pastos de los yermos donde las reses sueltan el olor a tomillo al hocicarlo.

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