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lunes, 26 de septiembre de 2011

EVOCACIONES MEZQUITAS-20

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Tinajas de barro enormes. También llamadas cazuelas. Misteriosas, milagrosas, redentoras del hambre en tiempos escasos. Allí, la matanza en conserva. Las costillas, el lomo, la longaniza  celestial eran la reserva corporal de aquella vida sin excesos.

Se ahogan en aquellas cazuelas grandes bocados exquisitos una vez pasados por la sartén en el fuego del hogar. Allí añejan su bondad. En las cazuelas. Ya llegará el momento de ahondar el cucharón en aquel pozo del gozo. Aquellos bocados, recreo de la gula y de la fatiga heroica de la siega. Las conservas del cerdo adobadas en aceite.

Al poco de la matanza, se salan los perniles y se concluye el rito, en la medida adecuada. Se cuelgan en el granero. Allí, al fresco de la sierra, alcanzan el punto de madurez y oreo adecuados. El jamón, perfume y gusto.

Y las güeñas que también penden de un clavo desde la viga de chopo. Y los chorizos. Y el colmo del gusto, las longanizas, manjar increíble, que, con sólo su recuerdo, se siente, no sé qué se siente.

La cazuela de barro enorme para el escabeche de perdiz y perdigacho sorprendidos a traición entre las nieves. Abatidos en lucha sin par entre vuelos y andadas por barbechos, yermos, carrascales y cumbres. Engañados con reclamos de jaula en una sinfonía de cantos amorosos y tragedias. La caza con reclamo cuando el invierno caía y las gallinas hermosas pasean sus nupcias por el campo.

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