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jueves, 14 de abril de 2011

CUENTOS. TRADICIÓN ORAL

CUENTECILLOS DE TRADICIÓN ORAL

Eulogio Soriano Lázaro


En la Semana Santa de 1968, recogí una minucia, sin duda, de la tradición oral en prosa que, sobre todo, en el momento del esbrine de la flor del zafrán, a la luz del candil o de una tenue y novedosa luz eléctrica, se transmitía de padres a hijos en Mezquita.

Esa transmisión es válida, cómo no y sobre todo, para el riquísimo folclore en verso, casi siempre cantado, cuya muestra se puede consultar desde el menú de esta página.

He aquí alguna muestra de esa narración en prosa en su prístina pureza:

A) EL TIO CUCURULLU Y LA TIA LIBRADA

Tenían un burro malico y lo querían llevar a la feria, aunque a la tia Librada no le parecía del todo bien, porque iban a hacer la risa. Pero, en fin, se decidieron y lo llevaron a la feria de Daroca.

Lo metió en una cuadra de categoría. Pero llegó un tratante con sus caballerías muy buenas y el burro enfeaba a las caballerías. Y los tratantes le sacaron el burro fuera. Entró Cucurullu y se enfadó y les dijo que valía más su burro que entre todas las caballerías que tenían. Se le reían. 

Vamos a hacer la prueba. Sacó el burro. Lo puso encima de una sábana y le pegó una varada y echó un doblón. Cinco varadas, y cinco doblones. En esto, el posador y su hijo le dijeron si quería venderles el burro. Sí, os costará cinco mil pesetas. Hicieron trato. Cobró las cinco mil.

Tomó camino, carretera de Nombrevilla y, a la salida, salió el posador y le dijo: 
--Tio Cucurullu, ¿qué le hemos de dar de comer al burro? 
--Alfaces verdes y abrevarlo a menudo. 

Estuvieron todo el día echándole alfaces y dándole de beber. Y a la tarde hicieron la prueba. Lo metieron en una sábana, le pegaron cuatro o cinco palos y se escagazó.

En esto, se incomodaron los posaderos y fueron a deshacer la venta. Y en esto, le puso el tio Cucurullu a su mujer un menudo de res debajo del delantal y le pegó dos cuchilladas y cayó sendera en el suelo. Y en esto, el posador: 
--¿Para qué ha hecho usted eso?
-- No os preocupís. 
Saca una gaita y empieza a tocar. Y la Librada se levantó.

Entonces, el posador y su hijo le dijeron:
--¿Quiere vender esa gaita? 
--Sí, señor. 
--¿Qué quiere? 
--Cinco mil. Se fueron tranquilos.

Al llegar a casa, la mujer del posador le dijo: 
--¿Habís deshecho la trampa del burro? 
--No, pero traemos una cosa más bonita. 
--Ya os habrán engañado. 
--Mira que te pego dos cuchilladas... 
Echó a tocar la gaita pero la mujer no revivía. En esto, vino su hijo pidiéndole la gaita, que le había pegado dos cuchilladas a su mujer. Y le dice su padre: Ya hace una hora que estoy tocando y no revive tu madre.

Así que deciden ir a coger al tio Cucurullu y a la tia Librada y llevarlos a la Sima de S. Pedro. En esto, tuvieron que hacer noche en el camino. Meten a Cucurullu y Librada en un saco y los dejaron en el corral y se fueron al pueblo. Y acudió un pastor a encerrar el rebaño y, al encontrar el saco, vio que había dos personas y les dijo: 
--¿Qué hacís aquí? 
--Que nos llevan a mí a casarme con la hija del rey y a ésta con el mismo rey. ¿Quiés meterte tú?
 A la vuelta, ven al tio Cucurullu y la tia Librada que estaban con un rebaño de cabras. Y le dice el padre al hijo: 
--Si parecen el tio Cucurullu y la tia Librada. 
Y les preguntan: 
--¿Cómo estáis aquí? 
--Cuando nos habís echado a la Sima se nos ha aparecido este boque y nos ha traído esta cabriada.

Han hecho un gran negocio el tio Cucurullu y la tia Librada. Se hicieron con el dinero y ahora con la cabriada.

Al parecer, el cuento termina arrojándose el posadero y su hijo a la Sima en busca de la cabriada. 

Nota:
La Sima de S. Pedro es una espectacular dolina, de unos cien metros de profundidad y otros tantos de anchura, con un lago al fondo. Se encuentra en Oliete, pueblo famoso por importantes pinturas rupestres. A unos cincuenta kilómetros de Mezquita. Sería de interés saber si esta leyenda se contaba en ese pueblo. 


B) AMOS Y CRIADOS

En tiempos de invierno, venían unos algarazos de nieve por las laderas de la montaña y un amo le dijo a su criado: 
-Ves aquellos que van corriendo por aquellas laderas... Son los criados que van buscando amo.
Llega el mes de mayo y los campos de morcacho, movidos por el viento, corrían como las olas del mar.
Entonces, el criado se dirige a su amo y le dice:  
-Ve usted, amo, aquellos que van corriendo por los campos... Son amos que van buscando criados.

Nota:
·         Morcacho se le llama al centeno.
·         En primavera, si han venido bien las lluvias, y hace viento, los campos semejan  el mar con oleaje verde.  
Corta narración con una lectura social de siempre. Trabajo temporal. Los amos sólo buscan a los criados cuando los precisan para sus faenas. Y cuando el cereal anuncia buena cosecha, hay que prevenir. En invierno, que no hay trabajo, los algarazos son criados desesperados.


C) LAS MOZAS DE ALLOZA, SALCEDILLO Y FONFRÍA


Sagrados ayuntamientos de Alloza, Salcedillo y Fonfría, las mozas de estos tres pueblos 

LES SUPLICAMOS a usías que nos den marido luego, aunque sea feo y tuerto y con otros grandes defectos, así los suyos cubrirán los nuestros. Que pasando por la plaza donde habitan, los mozuelos echan la vista por alto y nos miran con desprecio.

Aquí firma la hija del tio Pellejero y la del tio Apellejero Mal Sobau.
Nota:
Como se ve, hay para todos y para todas. Que no se piense que los mozos y las mozas de esos pueblos, próximos a Mezquita son feos y feas. Nada más lejos de la realidad. Con un discurso corto, se dice mucho.



D) LAS TRES HIJAS DEL REY

Un rey tenía tres hijas. A la una, la mandó a coser, a la otra, a bordar y a la tercera, a hacer media.
Cuando terminaran, irían a vender un capacico de higos. Y les dijo a sus hijas que, aunque encontraran a Dios y a la Virgen, que no les dieran higuico y medio.

Y la primera que terminó, los encontró. Y no les dio higuico y medio. Y fue a una casa y le dijeron que por qué escalericas que ría subir, por las de punchicas o por las de punchón. Por las de punchicas, respondió. Y cayó en la caldera.

Y luego terminó la otra y le vuelve a decir su madre lo mismo y tampoco da higuico y medio y también cae en la caldera.

La tercera les dio el higuico y medio y va a su casa y se lo dice a su madre. Ésta hace un hoyo en el huerto y allí la metió. Y fueron a segar el trigo y decía aquella niña:

Siega, siega, segador.
No siegues mi mata pelo
que la tuna de mi madre
aquí me ha enterrado
tan sólo por higo y medio

Los segadores la desenterraron y le dijeron que a dónde quería que enterraran a su madre. Y dijo que en medio de la plaza. Y allí la enterraron.


Nota:
Sorprende en todas estas narraciones la sobriedad de las mismas. Las pocas palabras empleadas para hacerse entender. De hecho, el que escuchaba estas narraciones se veía en la necesidad de cubrir con su imaginación los huecos que quedaban. Buena lección contra la verborrea acostumbrada en estos tiempos.

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