Powered By Blogger

lunes, 11 de abril de 2011

COPLAS DEL NIÑO PERDIDO






COPLAS DEL NIÑO PERDIDO

Hermosa composición que Menéndez Pidal encontró fragmentada en Buenos Aires a comienzos del S.XX. El deseo del ilustre filólogo era encontrarla completa. Aquí la tenemos. También se ha recogido, en versión muy parecida a la de Mezquita, entre otros lugares, en Mansilla de las Mulas (León)

Los versos que aquí adjuntamos están llenos de dramatismo, de lirismo y de gran perfección formal. La transmisión parece propia de romances de ciego, pero la medolla del relato es más bien culta. Se alternan dos ritmos, el del romance y el del romancillo, que se van agrupando en estrofas de cuatro sílabas. Versos, pues, octosílabos y hexasílabos:

COPLAS DEL NIÑO PERDIDO

En nombre de Dios comienzo
como aquel que tiene gracia. 
A mí me llaman gracioso
y a mí la gracia me falta.

Como estéis atentos,
como habéis oído,
cantar he las coplas 
del Niño Perdido.

Cuando San José y la Virgen 
ya se volvían del templo,
a la mitad del camino
al Niño echaron de menos.

San José decía:
Ya irá con su Madre.
La Virgen decía:
Ya irá con su Padre.

Qué desconsuelo tendría 
al verse solo y tan tarde.
Se ha arrimadito a una puerta,
no le ha contestado nadie.

(-Si usted bien supiera
quién era ese Niño,
abriera la puerta 
con mucho cariño).

Acá  un rico fue a llamar
y le echaron los alanos.
Los alanos, muy humildes,
le hicieron dos mil halagos.

-Y Yo os prometo,
aunque soy muchacho,
darles el castigo
según han obrado.

-Allá fuera llama un Niño,
más hermoso que el sol bello.
Parece que tiene frío
pues el pobre viene en cueros.

-Anda, dile que entre.
Se calentará
porque en esta tierra
ya no hay caridad.

Entra el Niño, muy cortés
y dando las buenas tardes:
-Jesús sea en esta casa
porque dentro de ella habita.

Dice la patrona:
Siéntate, hijo mío,
que vienes descalzo 
y hace mucho frío. 

Entra el Niño y se calienta
y después de calentado
le pregunta la patrona
en qué tierra se ha criado.

-Mi Padre es del cielo
y yo de la tierra.
Mi madre desciende 
de lejanas tierras.

-Niño, si quieres comer,
guisaremos de contado.
Te compondremos la cena
como a hijo regalado.

-Mi madre de pena
no podrá comer
y aunque tenga ganas
no tendrá con qué.

-Mucho quieres a tu madre.
-Sí, Señora, que la quiero:
tres días que no la he visto,
tres mil años se me han hecho.

Si usted me dijera, 
dónde la encontrara,
de rodillas fuera
hasta que la hallara.

-Voy a hacer, Niño, la cama
en la alcoba y con primor.
No me la haga usted, señora,
que mi cama es un rincón.

Mi cama es el suelo
desde que nací.
Hasta que me muera, 
ha de ser así.

Y al despuntar de la aurora,
el Niño se levantó
y le dijo a la patrona 
que se quedara con Dios.

-Yo me voy al templo
que aquella es mi casa
donde han de ir todos
a darme alabanzas.

-Vete con Dios, Niño hermoso.
De ti quedo enamorada.
Dios quiera que encuentres pronto
a tu madre idolatrada.

Si no la encontraras, 
vuélvete a mi casa.
-Ya vendré, señora,
a darle las gracias.

Por las calles y las plazas,
San José y la Virgen iban
y por su hijo preguntaban
y a toditos que los vían:

-Dime si habéis visto
al Sol de los soles,
al que nos alumbra
con sus resplandores.

-Dadnos las señas, Señora,
por si le hemos visto, acaso.
-Es blanco como la nieve,
como la aurora encarnado.

Tiene unos cabellos,
como el sol dorados.
Sus labios y boca 
son flores del año.

-Según las señas nos dais,
por aquí pasó ese Niño.
Al templo se encaminó.
Id, allí lo encontraréis.

-Dios os pague, hijos,
esta buena nueva,
que ya encontró
alivio mi pena.

Partió la Aurora Divina
y al templo se encaminó.
Entre todos los doctores,
al Sol de justicia vio.


NOTA: La tía Victoria, que ya murió a los noventa y tres años, me cantó estas coplas en el año 1968. Para ella mi recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario