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jueves, 24 de marzo de 2011

FUENTE, LAVADERO, ABREVADERO


24-03-11
Espacios vividos. De eso hablaba el otro día. Los hay más abiertos. Bajar desde el barrio de El Castillo, junto a Las Eras, hasta la fuente, lavadero, abrevadero. Dejarse ir cuesta abajo. Suceso reiterado. La ascensión siempre más costosa. El peso de los cántaros, la cesta de la ropa limpia, la indolencia de las pollinas, la tontuna del rebaño… La eterna fatiga de los habitantes del barrio alto para acceder al  agua, toda agua que se encuentra al fin del otero en cuya cumbre vigila S. Jorge y en su falda se estampan Las Eras, primero, y después las casas.

La arquitectura muere a la orilla del Pilero no pocas veces exhausto. A la otra orilla, pasado el puentecito que fue –qué pena- y al que se pegaba el olmo, está la fuente sillar de curva techumbre, con único manantial que llena el aljibe y desborda hacia abrevadero y lavadero.

Allí acude todo viviente  a saciar la sed y lavar panas y lienzos. La sed nuestra de cada día de la palabra desahogada. Lugar propicio a la conversación y noviazgo al caer la tarde y cuando el frío amaina. Ellas a  llenar los cántaros de barro,  ellos a  dar de beber a las bestias.         

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