19-03-11

La escuela otro espacio cerrado. Al fondo de la plaza, enfrentada al muro oriental de la iglesia. La escuela donde aprendiste a leer y poco más. Con maestros a los cuales les resulta incómodo un destino humilde, al pie de la sierra. Inviernos durísimos. Ventajas las mínimas. D. Alfredo, D. Avelino, D. Manuel, D. Paco. Los cuatro nombres. Maestros de las cuatro reglas y de las cuatro letras. Los bancos corridos, la estufa de leña de carrasca. Extrañamente, en ese espacio aún puedes encerrarte y recordar.
Puedes entrar en la iglesia. Vaya usted a saber cuántos lugares de culto encontraríamos bajo el pavimento de este espacio cerrado e inaugurado en 1803 porque el que había resulta pequeño. ¿Se construyó sobre una mezquita musulmana? ¿Y antes? ¿Una capilla visigoda? Tampoco nos olvidemos de los romanos y de los poblados celtíberos y… Trescientos millones de años pasaron en que las aguas acogieron a seres marinos elementales que quedaron fósiles en las piedras de esta aldea.
Y entras en el espacio de la iglesia católica en la que celebra la misa un peculiar vicario muy conocido en el entorno. Mosén Francisco Vargas. Que despacha a su estilo misas, bautizos, comuniones, matrimonios. Caza y juega al “subastau”.
Pasado el atrio, a la derecha se encuentra un minúsculo recinto cerrado con verja. Guarda una matraca. Ese instrumento de percusión, áspero, que suplía a la música de las campanas en Semana Santa. Guarda la pila bautismal y los óleos y crismas… La pila me sumerge en tiempos remotísimos. Un aspecto de rudeza y antigüedad que merecería un análisis. ¿Es lo poco que queda de la iglesia que fue antes del XIX?
No hay comentarios:
Publicar un comentario