27-07-12
Los
montes en la Biblia son como hitos
espirituales y éticos que haremos muy mal si los olvidamos. Haremos muy bien si nos
subimos a ellos a recoger la herencia que nos legaron.
Desde el Castillo de Luesches, el Cerro |
Bien
está subirse al monte Tabor que los
evangelios nos lo presentan como aperitivo de un futuro paraíso. “Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos
tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. El monte de
la Transfiguración. Con el Jordán al
fondo. Como el Monte do Gozo de los
peregrinos con la vista cercana de Compostela.
Pero
se engañaban Pedro, Santiago y Juan que
querían quedarse en el Tabor antes de
pasar por el Calvario. No saben lo que les espera. Sobre todo al Maestro.
El Tabor es una promesa. Primero hay que subir el Viacrucis.
Y
hay que subir el Sinaí y aceptar la
que debiera ser la gratificante carga de
las Tablas. ¿Qué es la Humanidad sin Tablas? El planteamiento moral es el
camino para crecer y para acercarse a la libertad.
Y
has subido a tu Castillo de Luesches
que semeja el Castillo de Santa Teresa y el Monte Carmelo de Elías y de S. Juan
de la Cruz.
Desde el Castillo de Luesches, la Modorra |
Eso,
te encuentras en el Castillo de Luesches con José que iba delante con una
astralita para desembarazar el camino preñado de malezas. En la “copa” que es
final de cualquier monte. Y la vista se recrea en esta mañanada. Por los cuatro
puntos cardinales. Hacia los montes que negrean de carrascas, la Modorra y la Dehesa y otros montes
cuyos nombres olvidé. Hacia la Sierra de
Herrera que azulea en la distancia, hacia Peñatajada y el Cerro,
bellísimos, ya casi descargados de vegetación. Hacia Levante, los ocres campos
de rastrojos de la última cosecha y los royos barbechos de la próxima. Todo parece
un puzle de matices.
-Qué bien se está aquí, José. A la
vista de nuestro pueblo bajo las Eras y
San Jorge. Y por el Sur, la raya de chopos, sargueras y saucos que marcan el cauce aquel “regail”, como lo llaman en el s. XII. Pilero lo llamamos ahora.
Desde el Castillo de Luesches, Peñatajada |
Y
José, de su morral, saca unas nueces que le ha regalado Olegario. Y comemos unas nueces. Y escuchamos el silencio. Antes,
esperabas escuchar a la perdiz o a la codorniz. Ya casi ni se oyen esas
gallináceas. Que no rompían el silencio porque su voz era música.
Compruebo
que ahora lo que la gente espera escuchar es la berrea de ciertos animales
de caza mayor que saltaron la muralla del coto y andan sueltos por estos
términos.
-Escucha, escucha…
-Ah. Pues sí.
-Algún corzo o ciervo anda por ahí.
Con
el tiempo, hasta las músicas del silencio son otras. Lo siento. Prefiero el
canto de la perdiz o de la codorniz.
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