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Desde el Valle de losLaureles |
Frente a este mar del Valle de los laureles, me dispongo a
evocar, a traer a mi memoria la figura menuda y enlutada, nerviosa y ocupada y
preocupada de la abuela María. María Lázaro. La otra rama de los
Lázaro. En pueblo tan pequeño, la endogamia era bastante frecuente. Casi
necesaria. En esta vista retrospectiva, no sé dónde confluirían estas dos ramas
de Lázaros. Lo cierto es que ya en el censo de 1495, en el que reinan en España los Reyes Católicos, ya está
presente ese apellido.
Mi "Lugar" en cuesta |
Lázaro parece ser de origen bíblico. Lázaros
podían ser judíos conversos asentados en Mezquita. Miguel Lázaro fue un
personaje que, según documentos, fue quien mantiene los “pairones”, esas
capillitas subidas en una columna y que santifican las los caminos que parten
de las entradas del pueblo. Y, quizá, los construye.
La abuela María era de la rama de “los
cabrera”. El Lázaro del abuelo Paulino era de los pelaires y sacristanes.
La abuela María, la mujer del abuelo
Perico Soriano. Otro apellido muy frecuente pero no tan antiguo en Mezquita de
Loscos.
A la abuela María, tan menuda, la veo
en la iglesia atendiendo el altar, ya no sé de qué santo o santa, que se
encuentra en la nave izquierda. El más cercano al presbiterio. Allí, con su
almohada para arrodillarse en el frío suelo y con su sillita de anea para
sentarse según la liturgia tridentina de la misa.
Callejón del Barrio del Castillo |
La
abuela María y su cojera y su gayata. Así la veo. Con su delantal y sus refajos
hasta los tobillos y su pañuelo negro.
De esa guisa y con su simpática cojera,
inicia su carrera por superar las cuestas desde el Barrio Bajo, junto al río hasta el Barrio del
Castillo junto a las eras. Una
peregrinación benéfica en favor de
sus otros dos hijos casados que empezaban a tener abundante descendencia. Eran los años cuarenta de la posguerra y
carestía. La gayata en una mano. La otra escondida bajo el delantal
ocultando no sé qué rancho o qué patatas o qué verduras o qué legumbres para
contentar bocas. O una media docena de huevos.
Mi
“lugar” es tremendamente “encosterado”. Por ello, generalmente, aparcaba sus
productos en la Calle del Medio. Pocas veces, sus fuerzas le llevaban al Barrio
del Castillo. Eso que nos perdíamos los que gateábamos por aquellas alturas. No
es que nos privara de su cariño. Ni mucho menos. En su casa, recibía hospedaje
perpetuo nuestro hermano mayor.
Por la misma razón, no recuerdo que
llegara a la era familiar donde sus tres hijos trillaban sus cosechas respectivas.
Aquella era, ya próxima a la cumbre de la ermita en ruinas de S. Jorge. Ella,
físicamente, no llegaba a los altos pero
gobernaba, de alguna manera, aquellas tres casas.Felices aquellas tres
familias que juntos hacían la siega y el acarreo y la trilla y, cuando soplaba
el viento, separaban el grano de la paja. Y la abuela María, siempre pendiente
de todo.
Entrañable la abuela María.
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