34
|
Bandada de palomas asustadas |
Las
palomas
que buscan el sustento en los rastrojos. Que llenan sus buches de grano. Que vuelan
en bandadas y se posan en el Cabezo, junto a la Peña llamada de las tales. Las
palomas en Mezquita de la Sierra marcan el esplendor y la decadencia del lugar.
Las palomas que salen disparadas de sus refugios de la iglesia al percibir la
amenaza de la rapaz. Rebaño de alas sonoras que cortan el viento de la
urgencia. En coordinados quiebros
espaciales.
|
Mezquita desde la peña de las palomas |
¿Qué
fue antes? ¿El huevo o la paloma? ¿Quién emigró antes del “lugar”? ¿las palomas
o las personas? Las palomas que vuelan a los rastrojos y habitan el pueblo junto
a las personas. Sobre todo, la iglesia. Entre las cúpulas ciegas y el tejado,
donde siembran sus descuidados nidos. Sus huevos por parejas y sus pichones. Es
el palomar de la iglesia. También anidan en los agujeros de sus muros. Esos
agujeros, testigos de andamos que hace doscientos años sirvieron para levantar
el templo.
|
Fachada de la iglesia donde anidaban las palomas |
En
el chapitel de la humilde torre, en su tejado, en sus fachadas, todo son
revuelos y zureos de palomas. Toda la iglesia, enorme, en el corazón del
pueblo, es un palomar gigante. Las palomas, a veces, hasta se cuelan en la
liturgia latina que atropella el buen cura con reconocida fama en la comarca.
El
gallico, remate de la veleta que marca los vientos, es buen lugar para
el pichón más descarado siempre que la flecha no sople el cierzo invernal.
|
Espadaña tras la última reforma |
Estas
palomas parecen propiedad del cura. Es decir, de la Iglesia. El cura, por caridad,
receta pichones para los enfermos pobres que son casi todos los enfermos. El
cura vende la palomina para fertilizar la tierra. Bajar la palomina del palomar
sagrado tiene su aquél. Las palomas de Mezquita, tan cercanas a lo sagrado, son
también sagradas. Y la casera del mosén persigue a los zagales que persiguen a
las palomas, expuestas en los muros del templo, a pedrada limpia. Las palomas,
atacadas por los rastrojos por cualquier cazador descreído, que los había. En
fin, las palomas, el cura y el pueblo era una trinidad consustancial e
inseparada.
¿Quién emigró primero y rompió la sociedad? Ahora, ni cura ni palomas ni
nadie. Asombroso paisaje sin palomas
No hay comentarios:
Publicar un comentario