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Bochiga como globo |
,
el chorizo, las bolas, las morcillas, al adobo.
Y
la bochiga que es la pelota, el
balón, el globo que divierte a los niños de la aldea. La bochiga, si ustedes lo
ignoran, era la vejiga del cerdo que hacíamos sirviera de pelota.
Cerdos almorzando |
Los
gruñidos del tocino prisionero en la
choza que es concierto exasperado cuando barruntan el almuerzo, la
hechura, mezcla de salvado y agua y, tal vez, boñigos y, tal vez, pelarzas,
peladuras de patatas.
Se
les abre la puerta de su choza y la carrera hacia la bacía repleta de almuerzo es carrera olímpica. Sólo para
despachar su dieta sale el tocino de su choza o corte como la llaman en
Castilla. Su palacio. Allí vive en su estrechez, sin apenas movimiento y
ejercicio porque importa el magro pero no menos la grasa. El engorde. Acumular
arrobas hasta que le llegue su S. Martín. Es el animal doméstico que menos libertad tiene. Siempre prisionero. Y el
animal que más cierto y medido tiene su final.
Un
buen día trágico y glorioso, épico, el animal, burlado, sale hacia su banquete
diario y se encuentra con el ara del sacrificio. El tocino es un héroe que
muere al servicio de la tribu. Un día grande, familiar. La fiesta de la
inmolación, la fiesta de la matanza.
Tres
productos que me vine a la boca. Al gusto, al olfato y hasta la vista: La longaniza, el jamón y el adobo. Lo
recuerdo y, semejantes manjares, me abren el apetito.
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