29-07-12
Silvano rescata aquel lienzo y, desde entonces, han vivido juntos y hasta
ha soportado algunas mudanzas. Al cura le dijo que él tenía aquel cuadro que
alguien apenas pudo salvar del fuego y ahora de la basura. Por si podía
interesar.
Se adivina un lienzo de calidad |
En Zaragoza lo presentó a un experto, a F. Torralba Soriano. Que interpretara lo que apenas se veía en
el cuadro. Que era un S. Jerónimo del S. XVII. ¿De quién? ¿Tenía firma? Ni
se sabe. Al cuadro le falta la parte inferior. La típica calavera de la iconografía del Santo aparece cortada.
Pero cómo te ha perseguido desde entonces una prodigiosa mirada tristona,
afligida, paciente… de ese Padre de la Iglesia de tan densa biografía y que nos
regaló la Vulgata. S: Jerónimo
penitente, S. Jerónimo en el desierto, S. Jerónimo todo un temperamento, S.
Jerónimo en una cueva en Belén.
Esa mirada que se dirige a un Cristo apenas perceptible. Al fondo se
adivina paisaje con árboles y el cielo.
Silvano lo acaba de encuadrar en una estructura que encontró en Ikea. Así,
se ve más protegido lo que queda.
La mirada penitente |
Silvano creía que esta historia era sólo suya. Pero hace unos meses me
enteré de que, sobre el asunto, Mario
Bastor, pintor, en este caso de brocha fina, tiene una historia paralela.
Cuando supo que uno tenía aquel cuadro que él conocía quiso verlo. Quiso reinventarlo.
Y hasta imaginar lo que podía existir bajo el corte inferior. Pero esta es otra
historia que veremos en otra ocasión.
Esto escribía Silvano en la entrega del siete de este mismo mes y año. Llegó el
momento en que el pintor Mario Bastor
ha terminado su creativa reinvención
del cuadro de S. Jerónimo de marras
que alguien quiso enviar a la basura. Ni le culpamos, porque al lienzo,
incompleto y más carbón que pintura y sin pizca de color, ningún valor se le supone.
Y ahí está la obra de nuestro amigo. Y él
y Marga, su mujer, y Charo, que ha aprendido a pintar con
el mismo Mario y que de alguna pincelada es responsable, quisieron que los restos de lo que fue volvieran a Mezquita junto con la reinvención espléndida. Y cuánto agradó a Silvano tal
resolución.
Y esa fue la razón de que nos pusiéramos
de viaje –23 de julio-- con los dos cuadros para depositarlos en el altar que la abuela María atendía. El de Santo
Domingo, del Rosario y de Santa Bárbara.
En todo esto, también puso su granito de
arena alguien que nunca los verá. El ciego Máximo
Pastor, de la familia infanzona
del pueblo donde aún queda la casa solar, poema y monumento de piedra a la mampostería, método constructivo del
lugar. Porque Máximo compró pinturas para el trabajo de Mario. Una idea
colectiva.
Y ahí quedan los dos cuadros. Sin más
pretensiones. Para Silvano, un alivio porque tal era el deterioro del original
que, ahora sí, hubiera ido al cubo del reciclaje. Con dolor.
Seguro que se inventarán historias. El
nudo suceso, será vestido de adherencias que desfigurarán la realidad. La
inventiva del pueblo es fecunda. Ahí están los cuentos y romances
tradicionales.
Silvano, gozoso. Ha aprovechado el viaje
para subir a El Castillo y visitar Las
Carrascas de la Modorra. ¿Qué más se puede pedir?
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