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Una enramada popular |
La
Pascua Florida, de
la Resurrección, de la primavera, de la flor del almendro y del
pipirigallo. Los zagales de la escuela, dirigida por D. Alfredo, D. Paco, D.
Avelino o D. Manuel, maestros sucesivos para los niños, o por Doña Paz, maestra de zagalas, peregrinan
a los campos, arrebatan las flores a la naturaleza y las depositan, con un poco
de agua, pronto corrompida, en una lata cilíndrica que retuvo alguna conserva,
y la presentan en la escuela para adorno del altar mariano de las flores.
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José junto a buen viejo cho a la orilla del Nogueta |
Otros
tiempos ya imposibles. El mayo. La gran aventura de los mozos en la
Pascua. El mayo, aquel árbol cuanto más alto más prestigio, que, la mañana de Pascua aparecía hincado en
medio de la plaza. Robado a las choperas del Nogueta o del Reajo o a la olmeda
de Piedrahita o el Colladico. Por allá, por lo más alto y escondido de la
Sierra.
Talar
el árbol y, en la oscuridad de la noche, bajarlo por caminos inverosímiles para
que, cuando las campanas sonaran a resurrección, el pueblo entero contemplara,
siempre sorprendido, aquel inmenso mástil que subía hacia el cielo, coronado
con un ramo de naranjas que se había trocado por trapos al último quincallero
que llegó al lugar. El mayo, cual ciprés de Silos lanzando su plegaria
al infinito necesario.
La
naturaleza domina la madrugada y mañana de la Pascua Florida. No sólo el
mayo arrancado del campo e hincado en la plaza. También el ramo y la
enramada.
La
enramada,
el arco vegetal levantado, como el mayo, en la oscuridad de la noche, a la
entrada de la iglesia que, junto con el tañer de las campanas, solemnizan la
mañana gloriosa a la entrada a la liturgia.
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Viejo chopo a orilla del Pilero |
El
ramo, colgado también en la noche en la ventana, podía ser de acebo, y era como una carta declaratoria del mozo a
la moza. Una carta sin firma que removía el cotilleo en toda la aldea. Eso era
el ramo en la ventana. No dormían tranquilas las zagalas en la noche del Sábado de Gloria. ¿Habrá ramo en mi
ventana? Mañana de Pascua de alegría para unas, de frustración para otras. Poco
a poco el remite de la carta es descifrado. Basta subirse a S. Jorge
para observar cómo se emparejan los mozos con las mozas en los paseos
primaverales por la “verdura de las
eras”.
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