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sábado, 12 de abril de 2014

VIVENCIAS (5)





12-4-14
Vas a cumplir, mi buen hermano Floren, vas a cumplir, digo, setenta y ocho años. Aunque en esos mundos a los que has viajado, ya no existe el tiempo. Te fuiste, hermano. La muerte se te llevó. La Parca odiosa que con la dalla dispuesta nos sale al encuentro.  Se acabó la pena, el dolor. Y los tuyos te lloran que tanto sufrieron contigo. A tu lado, en el duro trance, que tú también estuviste siempre pendiente de todos. Con Adela, al servicio de tus hijos y de tus nietos.
Vuestra casa, lugar de acogida. ¡Cuánta vida en la casa del barrio de la Paz! ¡Cuánta generosidad! ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánto amor! Y qué decir de la casa del pueblo, la del cura que la compraste a la parroquia. Fachada a la calle del Medio con la tertulia veraniega. Allí, abrazabas a todos. Fachada hacia la Sierra, hacia El Castillo y el Cerro. También hacia Carracastero, donde el cementerio, que  ya te ha recibido.
Has vuelto, para siempre, a tu pueblo. A los campos donde empezaste a dar fe de la generación más heroica que, quizá, nunca tuvo la España que amamos y nos duele. La generación de la posguerra. Siempre al servicio de todos.
Has vuelto a Mezquita de Loscos, ese querido pueblo en el que apenas hay más vida que la del cementerio y su paisaje eterno. Y sus carrascas de la Modorra. Quizá milenarias.
Tu pueblo, donde tan pronto empezaste la faena. Agostero en verano. Y con garrote y morral a pasear las ovejas por  ribazos, yermos y rastrojos. La cicatriz que te queda de aquellos tiempos.
Mezquita desde la copa de El Castillo
Agostero en la época de la siega por los campos de la Sierra. Con apenas cinco años:

“La última mano. Las últimas gavillas. Y rasss... y rasss... y rasss... (Este zagal parece que tarda)  Y rasss... y rasss... Se acabó. Echa una mirada hacia el cruce de caminos, la Cruz de Majano, y busca al zagal montado en la burra cárdena del abuelo Perico, justo encima del serón, en cuyos cudujones están los pucheros con el cocido todavía caliente,  los garbanzos y  el tocino y la morcilla ... Otro botijo de agua y otro tonelico de vino... El zagal montado en la burra cárdena y menuda no aparece   por la Cruz de Majano.
-Se atrasa, el almuerzo, Florencio
(Van atando los últimos fajos)
-¿No tenía que traer la comida el zagal?
-Sí. No sé qué le ha podido pasar, que se retrasa.
¡Qué le va a pasar a un pobre crío de cinco años al que le montan en una burra para que lleve la comida a los segadores! Pues que el traqueteo de los pucheros del cocido le ha servido de canción de cuna y antes de  llegar a Cañagodos, a medio kilómetro del pueblo, el zagal se ha dormido. Y la burra tiene querencia por el Caminico Royo, que es llano y por el que , con el abuelo Perico, va muchas veces  hasta la Hilada a zahumar los ratones que se echan en el zafrán. Y la burra cárdena, ante tan evidente falta de dirección, al llegar al cruce de caminos, como animal avispado, por costumbre y comodidad, endereza por el Caminico Royo. Y , por esa senda, nunca hubiera llegado el cocido a los segadores”. (Fragmento de Tintero de Plomo).
Querido Floren, tu hermano que pronto se ausentó del pueblo, tiene un vacío en el alma desde que te fuiste.
¡Ah!, por cierto ¿sigues cantando las cuarenta por esos cielos? Ni me extrañaría que ganaras la partida al mismísimo S. Pedro.
Mucha felicidad, hermano.


miércoles, 1 de agosto de 2012

FRANCISCO MONTERDE-8


Francisco  Monterdeprofesor, músico
·         Hábil en el manejo de la acordeón.
·         De extraordinaria sensibilidad musical.
·         Quizá ni se da cuenta de que lleva dentro un gran músico.
·         También ha vivido gran parte de su vida en Barcelona.
·         Ahora vive en Zaragoza y acude con mucha frecuencia a Mezquita a cuyo paisaje se siente muy unido. (Se completará)











JOSÉ CAYETANO RAMO PADILLA-7


José Cayetano Ramo  Parrilla
¿Quién es este ilustre y qué tiene que ver con Mezquita? Fueron dos tardes espléndidas, de esas tardes largas, largas que en el pueblo aún parecen más. Las tardes del 25 y 26 de mayo, miércoles y  jueves, respectivamente, 2011.
Me  doy una vuelta por el pueblo. La máquina atenta a cualquier estructura que hay que guardar porque tiene su peculiaridad y porque peligra en los tiempos que corren. Este pueblo, si realmente lo hubiéramos cuidado, adaptando con sutileza lo viejo al progreso, sería un relicario de piedra, de esa piedra que se encuentra por el término  y que, sin pasar por el cantero, levanta los muros con un poco de yeso, de cal o sin nada interpuesto, como sucede en las paredes de las eras, de las casetas-refugio. La máquina también se fija en sus puertas, de doble hoja rota horizontalmente...
Retrato de Cayetano Ramo


Situación del supuesto retrato
      En esas estoy. Mi ronda se interrumpe porque en su callejón de siempre, como la tarde es buena, allí está Sebastián. Me sorprende. Lo creía en Zaragoza reponiéndose de sus achaques. Me alegra su recuperación. Sebastián es una mente lúcida. Una memoria sin par. Un sabio, no en términos librescos sino en el de la experiencia y el recuerdo. Los libros, con su curiosidad, los hubiera convertido en sustancia propia. Cualquier cosa que leyó, no sé cuándo ni dónde, sale en la conversación con una fidelidad que pasma. Hablamos y hablamos y hablamos. Mientas, Soledad y Felícitas creo que se aburrían un tanto.
--¿Y ese Ilmo. Sr. de mármol, de torso presente que parece que haya huido de la tapa rota de un sepulcro?
--Ahí está desde que a Marcelo, el albañil, se le ocurrió ponerlo encima de la casa del  Pedro Sarto. El resto de la tumba de mármol donde reposaron sus restos se encontraba perdido por la casa.
--¿Y sabes quién estuvo enterrado?
-- Pues no me acuerdo muy bien. Creo se llamaba …Gae…, Cayetano. Eso es, Cayetano Ramo
-- Ramo ¿dices?
-- Eso creo. Lo ponía en los trozos de mármol.
-- ¿Los Ramo que según creo fue una de las familias importantes de Mezquita?
-- Claro, la casa del Marcelino Ramo estaba ahí.
Eso, entre otras cosas  quería saber. Dónde estaba la casa de los Ramo. Ya lo sé y, además me entero de que ese Monseñor marmóreo que alguien incrustó encima de la puerta de la casa  se apellidaba Ramo. Y esa es la casa que fue de gente de ese apellido antes que fuera de Pedro Sarto.
Al día siguiente, 26, jueves, también por la tarde, me encuentro con Pedro, labrador y pastor. De la única familia que permanece en el pueblo con actividad agrícola y ganadera y copropietario de la casa de marras:
--¿Sabes si en esa casa están aquellos mármoles que le faltan a esa figura de encima de la puerta?
-- Pues no lo sé. Te doy la llave y lo compruebas tú mismo. Allí estuvo.
--¿Y sabes de quién era ese posible sepulcro?
-- No lo sé. Allí ponía Joseph Cayetano Ramo.   
No tuvo que pesarlo. Estaba seguro. Aunque los fragmentos de mármol han desaparecido de la casa donde estuvieron. O no supe encontrarlos. Sí quedó claro que Cayetano Ramo fue alguien. Quizá alguien con cierto relieve por sus hábitos y por su destacada sepultura. No todos somos enterrados en sepulcros de mármol y con retrato como cierre.

Ya tenía algunos datos, casi seguros, con respecto a qué restos se alojaron en un sepulcro de mármol que, no se sabe cómo llegó a Mezquita. Pero ¿quién era se monseñor? ¿Cómo llegó a la Sierra tal sepulcro? ¿Llegó con los despojos del ilustre difunto o vacío? ¿Por qué esos fragmentos de mármol se encuentran en la casa, podíamos decir solar, de los Ramo? ¿Qué relación entre los Ramo de Mezquita y los de Lechago? Muchas preguntas.

Cuando, regresado de Mezquita, pude acceder a internet y acudir a Google, llegaron las sorpresas. Cayetano Ramo de S. Juan Bautista (1713-1795) fue una de las personalidades más importantes de la Orden escolapia.  
·         Natural de Lechago, de la Comunidad de Aldeas de Daroca.  Ahora, Comarca de Jiloca.
·         Rector de Alcañiz (1740) durante once años.
·         Rector del colegio de Madrid, 1751.
·         Rector del colegio de Zaragoza durante trece años en dos ocasiones.
·         Provincial de Aragón durante seis años, también en dos elecciones.
·         Finalmente, José Cayetano Ramo de S. Juan Bautista es elegido General de la Orden, cargo que sustenta durante doce años. Quizás, se dice, la edad dorada de la familia escolapia. Y el primer General español.
·         Buen gobernante, buen predicador, buen pedagogo y autor de escritos influyentes. Sobre todos su famoso Catecismo con infinidad de ediciones. Muy empleado en la escuela. A veces, el Catecismo del P. Ramo ha merecido na consideración superior al Astete y al Ripalda.
·         No es el único escrito del P. Ramo. Recordemos Constituciones  escolapias y notas sobre las mismas.
Estos datos me los proporcionan, por una parte,  los escritos publicados por José María de Jaime Lorén sobre personalidades de la Comarca del Jiloca, y el P. Pedro Sanz Sch., que me atendió con amabilidad en el colegio de  escolapios del Conde Aranda de Zaragoza. Gracias.
A veces, los datos biográficos de este P. Cayetano Ramo de S. Juan Bautista se entrecruzan con los de su sobrino, P. Cayetano Ramo de Santo Domingo de Silos, también natural de Lechago. Rector en Daroca  y Zaragoza. Asistente provincial y Asistente general. Por tanto, escolapio muy destacado. Muere sólo dos años después que su tío, en 1797. 
Casa de los Ramo de Mezquita



(En este asunto, queda mucho por resolver. Lo intentaremos).


MOSÉN FRANCISCO NORGAS-6


Mosén Francisco Borgas y Barreras


Entre los recuerdos primeros que a uno le marcaron para siempre, vividos en aquellos paisajes al pie de la Sierra de Cucalón, están, sin duda, el de las personas que, en los años cuarenta, estaban al servicio de la buena gente campesina.
Ya he dejado constancia de la personalidad sobresaliente del tio Cipriano. Un sencillo alguacil y mil cosas más. Todo, puesto al servicio de aquel “lugar” llamado Mezquita de Loscos. Funcionario ejemplar y divertido. Admirable.
Pero había otros, que también podemos calificar de funcionarios, cuya benéfica acción se ampliaba a Loscos y a otros pueblecitos escondidos en la Sierra. Me refiero a Colladico y Piedrahita. Me refiero a la admirable tarea, heroica, que se exigía al médico, al practicante y al cura.
Personas a las que, a las horas más intempestivas, no les quedaba más remedio que ascender aquellos montes, jinetes quijotescos por “desfacer tuertos”, en sendas cabalgaduras. ¿Se llamaba Margarita la yegua del mosén?  
Tres personas con nombre y apellidos y dedicación. Me refiero a D. José Andrés, médico rural si los ha habido, cuyo último recuerdo para mí se remonta a los años ochenta y a algunos encuentros entrañables que teníamos por el Paseo Ruiseñores cuando uno se acercaba a dar sus clases en el Instituto Miguel Servet.
Iglesia de Mezquita
Estaba también D. Joaquín Carbó, practicante y comadrón y, cómo no, barbero que cuidaba el pelo y las barbas fundamentalmente de los hombres de Loscos y Mezquita. Por él, llegamos al mundo no pocos chavales de la posguerra. Cómo D. Joaquín me recuerda a aquel Barbero de El Quijote que iba a ejercer su labor entre pueblos y su encuentro con el Caballero que confundía la bacía con el yelmo de Mambrino. Como  si a D. Joaquín le hubiera salido al camino  el de la Triste Figura cuando, sosegadamente, subía a Mezquita a remojar y pelar barbas de aquellos buenos hombres.
La vieja torre
Me gustaría tener más datos de D. José y de D. Joaquín para dedicarles una semblanza, que se la merecen.
Por hoy, me voy a ocupar más detenidamente de Mosén Francisco Borgas Barreras que fue cura de Mezquita, donde residía, y de no sé cuantos pueblos más.
Ruina de la iglesia de Piedrahita
Cuando, hace unos años, acudía a los archivos diocesanos de Zaragoza, me encontré con un maestro jubilado, Moisés Pérez, de Aguilón, que prestaba sus servicios a los que acudíamos  allí a buscar datos sobre nuestros pueblos, curiosos y abundantes, por cierto. Bien lo sabe Manuel Carbó, el hijo de D. Joaquín, nuestro practicante.  Pues bien. Moisés, al enterarse de que uno era de Mezquita, empezó a desgranarme anécdotas sobre un cura de Mezquita, famoso por toda la región.
Curiosa pila del agua bendita
Entre las bromas que corrían por aquellas aldeas y pueblos y montes, no era la menor una dignidad que al buen cura le atribuían, con mucha broma, pero con cierto merecimiento. “Sí, hombre, decía Moisés, el cura de Mezquita, el obispo de cinco pueblos. Pues ese “obispo” de cinco pueblos no era otro que D. Francisco Borgas y Barreras, natural de Azuara, donde había nacido el 3 de diciembre de 1878, festividad de S. Francisco Javier, a las 3 de la tarde. Las aguas del bautismo las recibió al día siguiente. Los cinco pueblos de la jurisdicción de nuestro “obispo” pudieron ser de geometría variable. Mezquita, Loscos, Monforte, Piedrahita, Colladico, Bádenas…Dependía de las circunstancias.
Una de las campanas
Si algo hay que decir de Mosén Francisco, por lo que uno recuerda, es que estaba tan inserto entre las gentes de aquellos pueblos como las carrascas, y tan asentado en el lugar como ciertos adornos, huecos textiles, carencias que se observaban en su sotana debido a la brasa del cigarrillo al que era ciertamente aficionado.   
Para darle el paso al presbiterado, por marzo de 1903, el Arzobispo de Zaragoza, Dr. D. Juan Soldevila y Romero, como era costumbre, pidió a cuatro próceres de Azuara que testificaran la “buena vida y costumbres” del aspirante y si era “honesto, virtuoso, humilde, recogido, pacífico, cortés, bienhablado, o por el contrario, si es soberbio, altivo, jugador, maldiciente, blasfemo, vengativo, avariento, borracho, deshonesto, jugador, tratante, usurero o notado de otro defecto”. Lo de jugador aparece dos veces.
Los nuevos dueños de la casa del cura
No sé, no sé. Demasiado se pide a los curas. Estoy seguro de que Mosén Francisco Borgas carecía de defectos y tenía muchas virtudes. Soy testigo de que no fallaba a la misa diaria y matinal en la iglesia de Mezquita a la que asistía, al menos, la tia María, la sacristana, que se situaba junto a la columna donde estaba la “predicadera” o púlpito y de la que colgaba un cuadro de S. Antonio de Padua del que era muy devota.
Vista de Mezquita desde el Cabezo
¿Que en aquellos latines que lanzaba el celebrante, con voz profunda, a las bóvedas, se observaban algunos despistes? Puede ser. ¿Que se precipitaba y urgía, cuando no debía, al monaguillo aquello de “echa vino y toca sanctus”?  No lo creo. ¿Que en el memento,  en lugar de recordar a los difuntos, rememoraba la partida de cartas y lanzaba un “oros son triunfos”? Alguien que era su monaguillo no puede testificarlo.
Hay cosas que a un cura no se le puede pedir. Juzgando a posteriori, ¿cómo se podía pedir a Mosén Francisco, “obispo de cinco pueblos”, que fuera  “recogido”? Con tanto pueblo por pastorear, no hay que exigir peras al olmo, Sr. Arzobispo.
Seminario de San Carlos, en Zaragoza
Y tal como se presentaron las cosas y los tiempos, a Mosén Francisco, no se le podía pedir que no fuera “jugador”. Que no echara la partida con el médico o con algunos de sus feligreses. No obstante, me malicio de que, tras alguna visita pastoral,  algún aviso le llegaría para que abandonara las cartas. Pero ello era un imposible. Menudo estilo que tenía para cantar las cuarenta. Y cierto mal perder, dicen las malas lenguas.
Un cura jugador y cazador. Porque a Mosén Francisco también le gustaba disparar a las perdices o perdigachos que acudían al reclamo. Tenía buen paladar y gustaba del perdigacho escabechado.  Esa espera tranquila y fascinante, escondido entre carrascas mientras se escucha la música de los pájaros. El cha, cha, chacuchichí, cuchichí. Cuántas cosas que contar derivadas de la cinegética.
Lo que se podía escribir de este cura es inagotable. Qué buen protagonista Francisco Borgas de una ficción narrativa pero bien fundamentada en la realidad de un cura de aldea. Cura de “misa y olla”, sí, pero también de muchas otras cosas.
Interior de la iglesia de San Carlos
Estoy seguro de que algunos de sus monaguillos –sacristanes lo llamábamos- que todavía viven, podrían añadir a este escrito multitud de anécdotas curiosas y divertidas.
A uno, como a muchos de aquella generación, el mosén nos administró las aguas bautismales. Y estuvo por allí, quiero recordar, hasta pasados los primeros años de del medio siglo pasado. ¿Cuándo llegó a Mezquita? ¿Qué año murió?
Sí está en mi poder un autógrafo de nuestro buen cura. No tenía mala letra ni mal estilo. El escrito no deja de ser curioso. Se trata de un inventario que le pide el M.I.Sr. Secretario de la Cámara del Arzobispado de Zaragoza, con fecha 29 de septiembre de 1937. La respuesta, muy diligente por cierto, es de 2 de octubre. Firmada en Mezquita de Loscos por Francisco BorgasRegente. Ello quiere decir que en 1937, en plena guerra, Mosén Francisco ya dirigía la parroquia de San Juan Bautista de Mezquita. No en calidad de vicario o párroco sino sólo de regente.
¿Y el inventario? Se trata de que se relacionen “los objetos artísticos existentes” en la parroquia. La enumeración no puede ser más magra:
·                  Un cáliz, “creo de algún valor”
·                  Una custodia con su viril
·                  Una cruz procesional
·                  Un incensario y su naveta
·                  Una casulla color encarnado
¿No más había en la iglesia de Mezquita para inventariar? ¿O es que por esas fechas ya se había llevado a cabo el saqueo e incendio de la misma? Nada difícil sería comprobar el asunto.
En 1937, cuando eso se escribió, Mosén Francisco estaba a punto de cumplir los sesenta años y treinta y cuatro de presbítero. ¿Cuántos años como “obispo de cinco pueblos”? ¿Qué otras parroquias se beneficiaron de su misión?
En cuanto a sus años de seminario, algo sabemos. Nos enteramos por certificado de D. Valero Lafuente y Segura, Rector del Seminario de S. Francisco de Paula, de que el residente Francisco Borgas era persona de “buena conducta moral y religiosa”.
El Seminario de S. Francisco de Paula era residencia de pobres. En la antigua casa de jesuitas, más conocido por S. Carlos, por su iglesia. Con trabajos que podían hacer para la comunidad se pagaban sus estudios. Allí, coincidió en el tiempo con el notable escritor vanguardista, Benjamín Jarnés, natural de Codo. De una familia de más de veinte hermanos. Allí estuvo de 1900 a 1909. Al fin prefirió la escritura a la tonsura y abandonó el seminario.
Aunque esta residencia de pobres, si por algo se hizo famosa, no fue por Francisco de Borgas ni por Benjamín Jarnés. Mucho se ha escrito del paso por S. Carlos de Josemaría Escrivá de Balaguer que por allí anduvo entre 1920 y 1925. Lo que se ha escrito sobre la estancia del fundador de la Obra en el seminario de pobres de Zaragoza es río abundoso.
Por certificado de D. Joaquín Herrero y Vivas, Presbítero, Catedrático y Secretario de Estudios del Seminario Pontificio General de S. Valero y S. Braulio de Zaragoza, nos enteramos de que Borgas no era mal estudiante y del bosque de materias que hubo  de superar en muchas de ellas obtuvo la calificación de Benemeritus  y, en otras, de Meritus.
Juan Soldevilla que ordenó a Francisco Borgas
No podemos terminar este trabajo sin insistir en el Arzobispo Juan Soldevila y Romero que llega a Zaragoza justo cuando nuestro cura terminaba sus estudios eclesiásticos en S. Francisco de Paula. Precisamente es este Arzobispo el que le da el paso al diaconado y presbiterado, según consta en documentos en nuestro poder. Un arzobispo que había nacido en Fuentelapeña (Zamora, 1843)Accedió al obispado de Tarazona en 1889Arzobispo de Zaragoza, en 1901. Un hombre al que se le conoce una actividad desbordante no sólo en el aspecto eclesiástico sino también en el político –fue senador—y en el económico  –fundó, al parecer, 1905, lo que conocemos como la CAI--, en las obras del Pilar, en los regadíos del Valle del Ebro… En 1919 fue nombrado cardenal de la Iglesia Católica.
Pero el recuerdo de este Príncipe de la Iglesia es fundamentalmente trágico. Un crimen excepcional dentro de la historia eclesiástica. Uno de los atentados del anarquismo español más notables. Fue el 4 de junio de 1923. Unos meses antes de que Miguel Primo de Rivera iniciara su Dictadura.
El Cardenal, como hacía frecuentemente por las tardes, se dirigía a su finca y las escuelas que fundara en El Terminillo, hoy inmerso en el barrio de Delicias. Entonces, alejado del casco urbano. Cuando su coche llegaba al lugar, unos quince disparos terminaron con su vida. La conmoción en toda España fue tremenda.
Nos podemos imaginar cómo afectó la noticia a nuestro Francisco Borgas Barreras bajo cuya autoridad comenzó su vida sacerdotal.
Mosén Francisco, personaje curioso, divertido y campechano. 
(Semblanza biográfica que se publicó en el  NÚMERO 76 de ORICHE, febrero de 2012) 

DAVID HERRERO CONESA, VETERINARIO-5


David Herrero Conesa, veterinario


David Herrero en su plena madurez






--Nace en Mezquita de Loscos el 14 de febrero de 1923. En la ya lejana década etiquetada como la de “los felices años veinte”.

Mezquita de Loscos
--A los setenta y cinco años, fallece en Zaragoza en 1998 cuando ya agonizaba el siglo XX. Un estupendo testigo del siglo pasado, con acontecimientos importantes. Muchos de ellos desafortunados.
--Su padre, D. Mariano Herrero, personaje de mucha prestancia en Mezquita, adquirió cierto relieve en la comarca, y, de alguna manera, anticipó la profesión veterinaria de su hijo David. A  D. Mariano se le recuerda como comerciante en ganado. Él mismo era dueño de uno de los rebaños importantes del pueblo. Le sobrevivió su esposa, Francisca Conesa, estampa muy presente y muy querida en Mezquita.
--Once años tenía David cuando sus padres dispusieron que su hijo estudiara en Zaragoza. Por ello, quedó interno en los Escolapios de Conde Aranda, siempre uno de los colegios más importantes de la ciudad. En ese centro adquirió el título de Bachiller.
--Pasó a la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza. Se da la circunstancia de que el bachiller David y ya universitario, no tenía la edad adecuada para una enseñanza presencial. Tan bien le habían ido los estudios primarios y medios. Por ello, no le quedó más remedio que hacer libre el primer curso de carrera, con la dificultad que ello supone.
--Los estudios de veterinaria los acabó en el año 1944. De inmediato, oposiciones a Veterinario Titular.
--Su primer destino, el pueblo turolense de Pancrudo.
--Pronto pasó a Loscos en comisión de servicios. A D. Mariano, su padre, no le gustaba Pancrudo porque por allí rondaban los maquis. En Loscos, permaneció unos cuatro años. Precisamente, pasado algún tiempo, D. David contrajo matrimonio con Petra Colás, de familia bien conocida en el lugar, amable y acogedora, como el propio David. A  Pilar, su hija, profesora en el Colegio Santo Domingo de Silos, debo los datos de este bosquejo biográfico. Gracias, Pilar.
--De Loscos, el veterinario D. David pasó a Villanueva de Jiloca.
--Daroca, durante muchos años, hasta 1983, va a ser el centro de su actividad veterinaria. La tarea era inmensa. Veterinario Titular, además de Daroca, de otros dos Partidos Judiciales. Villafelliche y Báguena. Total, 21 pueblos.
Antes de que se generalizara la mecanización, las caballerías, en la familia, eran la energía esencial para las labores. Había que cuidarlas con mimo. Y esto es lo que hacía David, el albéitar de vocación, tan  necesario en aquellos pueblos. Como la del cura y el médico. Cuántas historias a recoger de aquellos años y paisajes. Si David hubiera escrito sus memorias…
--Lo que sí escribió D. David fue “Tratado práctico de las enfermedades del ganado lanar”. Y bien tuvo ocasión de practicar porque la Comunidad de Daroca siempre fue ganadera. Y no olvidemos. Su padre, ganadero y tratante de ganado.
--En Aragón, fue pionero de la inseminación artificial aplicada al ganado bovino. Importante dato a tener en cuenta.
--En 1983, tomará posesión de su último destino en Zaragoza. Veterinario Titular en Zaragoza donde había estudiado y  donde, al fin, se jubiló. Entre otros menesteres profesionales, D. David ejerció su oficio en la mismísima Plaza de la Misericordia. Puesto de no fácil acceso.
--Daroca, durante muchos años, fue su centro vital y familiar . Y su casa, cómo no, de acogida. La presencia de David, D. David, en esa hermosa ciudad de tanta historia, era una costumbre como sus murallas, San Cristobalón o los mismísimos Corporales. Daroca, la capital que fue de la Comunidad y Aldeas. A ella perteneció Mezquita, su pueblo.
--Por ello, no es de extrañar, que fuera Daroca la que le rindió homenaje cuando dejó su profesión de albéitar después de tantos años haciendo el bien a las bestias, imprescindibles en la subsistencia de aquella entrañable ruralidad. Se lo merecía. Para ese homenaje, muchos de los que le querían se reunieron en el Hotel Daroca. El propio ayuntamiento fue el organizador de tal encuentro.
--Vida profesional excelente, relaciones humanas superiores. Porque David era, ante todo, hombre de bien. Debía gozar con esa faceta de su personalidad. Testimonios podríamos encontrar abundantes.
·         Lo recuerda un niño del hospicio de Zaragoza que recibía, con frecuencia, la visita del futuro veterinario, siempre con alguna chuchería para ofrecer a la criatura.
·         Compasión por las bestias y, sobre todo, por sus dueños. No dudaba en adelantar el dinero para comprar el tratamiento adecuado a la dolencia de la caballería. Era consciente de cuánto suponía la vida de un mulo –macho lo llamaban en la región- para la economía familiar.
--D. David que cultivó la amistad y la acogida como nadie. La puerta de su casa darocense estaba siempre abierta para todos. Cuánta generosidad. Cuánto afecto empezando por los más próximos, su esposa Petra y su hija Pilar.
--La amistad con su paisano P. Ángel Pastor, que ya hemos biografiado, es digna de resaltar. El ilustre escolapio acostumbró a veranear, en vez de en el colegio escolapio de de la Ciudad de los Corporales, en casa del veterinario. Su corazón desbordaba de acogida. Además, D. David era un buen conversador.
--D. David quería a su humilde pueblo de nacimiento. Y a sus gentes. Aquella aldea de la Sexma de Trassierra, al pie de los montes y de las Eras. Allí, de estudiante y mientras fue posible, acudía a pasar las vacaciones veraniegas. A Mezquita de Loscos.    
      


Vista de Daroca

CIPRIANO PALACIÁN JUSTE-4


Cipriano Palacián Juste







·         No puedo por menos de dejar constancia, precisamente en este lugar de mi Nogueta de Mezquita, de un personaje singular.
·         Cipriano Palacián Juste que, en ocasiones, descargaba su indignación, en sus pacientes acémilas con las que labraba sus campos.
·         Por lo demás, Cipriano Palacián representaba la esencia del pueblo.
·          Cumplía a la perfección su cargo de alguacil. Humilde y eficaz en su función con cualquier alcalde. Mezquita fe municipio hasta en 1970 en que se convirtió en pedáneo de Loscos.
En este callejón vivía Cipriano Palacián
·         Era, claro, el pregonero de las normas municipales y pregonero de los comerciantes que llegaban con sus productos, tras superar los malísimos caminos, a aquella aldea al pie de la Sierra. Y con qué alegría recorría el pueblo parándose en lugares fijos para hacer las proclamas oficiales y comerciales. Con qué estilo. Con qué voz. Con toque de gaita inicial, o toques, dependiendo del tema. Y toque final. Nadie podía mejorar a aquel pregonero.
·         Consigo llevaba la fiesta. Su casa, que se abría para todo el mundo, en el callejón del barrio de EL Castillo, era taberna de vino tinto y licores, era café, más bien puchero de hordio, salón de juegos –léase “subastau” y guiñote--, era salón de baile, en la que el propio Cipriano animaba el asunto porque además de tocar la gaita manejaba la guitarra y la bandurria, era barbería. ¿Hay quien dé más? Su buena mujer, que se llamaba Paulavendía cacahuetes tostaditos, que sabían a gloria, a los zagales de aquella posguerra. Ah, era el que animaba a los corredores en la fiesta y exhibía firme la horca con los  pollos con que se premiara a los campeones. Premios, que previamente él había proclamado.
·         ¿Tal vez me olvido de algo? Pues sí, algo importante. Cipriano Palacián era, también el matarife único del pueblo.  Con la importancia que eso tenía en la economía de aquel pueblo.
·         Su memoria era prodigiosa. Su conversación, enriquecedora. Su vista, fatal. Terminó ciego.
·         En definitiva, Cipriano Palacián era la persona más querida del pueblo. Y precisa. Un elemento que cohesionaba al vecindario.  

MANUEL ANADÓN MAINAR-3




Manuel Anadón Mainar, forjador
·         Nacido en Mezquita, aunque emigrado a Barcelona en los años 60 donde vive.
·         Hábil en la forja. Con algunas de sus obras en museos.
·         De cuando aún se acerca a Mezquita. Su padre, que tanto quería a Mezquita, fue quien plató los cipreses del cementerio. Los que viven en los rincones.
·         Ha expuesto en Zaragoza y otros lugares.



Cuatro cipreses cuatro